Hoba, un meteorito de 60 toneladas cayó del cielo y… ¿No causó daños?

Cuando pienso en el impacto de un meteorito imagino cráteres devastadores y ondas de choque catastróficas. Sin embargo, en 1920, un granjero namibio descubrió algo diferente: un meteorito, Hoba, con una gigantesca masa metálica de 60 toneladas, sin ningún cráter visible alrededor. ¿Cómo pudo un cuerpo tan masivo aterrizar sin dejar rastro de su impacto?

¿Por qué el meteorito Hoba no dejó un cráter cuando cayó a la Tierra?

El meteorito Hoba, con sus 2,7 metros por lado y 0,9 metros de grosor, representa un enigma fascinante para los astrofísicos. Su forma inusualmente plana, similar a una enorme losa metálica, ofrece la primera pista para descifrar este misterio.

En teoría, al acompañar una roca de estas dimensiones, debería acompañar un agujero en el suelo igualmente grande. Sin embargo, no lo hay. La razón es una mezcla entre física y suerte, por así decirlo.

Los análisis realizados sobre el meteorito sugieren una explicación sorprendente: Hoba habría atravesado la atmósfera terrestre con una trayectoria casi horizontal y a velocidad relativamente baja. La fricción con el aire habría ralentizado progresivamente su movimiento, permitiéndole posarse en el suelo en lugar de estrellarse violentamente.

un hombre acostado sobre el meteorito hoba en namibia, para mostrar cuán grande es la roca

Todo bien, pero un pequeño cráter debería haberse formado de todos modos: al fin y al cabo, se trata de una roca caída del cielo de nada menos que 60 toneladas. Las dataciones indican que Hoba está en la Tierra desde hace unos 80.000 años. En este largo período, la erosión del suelo calcáreo del Kalahari habría borrado las pruebas del impacto, dejando visible solo el meteorito mismo.

La composición del meteorito cuenta más detalles: su base presenta capas de hierro y esquistos ferrosos, testimonio de la interacción química con el terreno circundante. Estas marcas confirman que el gigante espacial ha permanecido inmóvil desde el momento de su llegada, «digiriendo» lentamente el suelo subyacente.

La forma plana, el ángulo de entrada en la atmósfera, la velocidad reducida y la resistencia del material crearon las condiciones para un fenómeno casi imposible: contraviniendo las leyes de la física más intuitivas, tocó tierra sin provocar destrucción.

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